jueves, 30 de junio de 2011

Jesús me quiere

Clave de lectura: El amor... y el fin del mundo.
Valoración: Simpático ✮✮✮✩✩
Música: Too Much Heaven, de Bee Gees ♪♪♪
Portada del libro Jesús me quiere, de David Safier.

Demos paso sin más a Jesús me quiere, de David Safier.

Marie, la figura femenina de la novela, está hecha un lío en el tema afectivo. Aún se acuerda (con pensamientos enfocados en la castración) de Marc, su penúltimo novio, que la engañó con una azafata de la talla treinta y cuatro.

Y acaba de dejar plantado a Sven justo cuando le estaban preguntando eso de ¿quieres a este hombre como esposo?

Pero bueno, la vida te da sorpresas, debe de pensar cuando al día siguiente del fiasco conoce a alguien especial: amable, sensible, una persona que piensa sinceramente en los demás... De pinta un poco hippy. Carpintero de profesión.

En la primera cita se entera de quién se trata en realidad. Carpintero, sí, pero de filiación divina.

Lo peor no es haberse enamorado de él, sino el poco tiempo que quizá dure esta nueva relación. Porque, si no consigue persuadirle de que nos merecemos otra oportunidad, el próximo martes está previsto que llegue el fin del mundo.

Ya en Maldito Karma, Safier nos ofrecía un relato simpático. Pues bien, Jesús me quiere presenta una fórmula similar, con personajes que se mueven entre nosotros sin que lo advirtamos: el propio Creador, por ejemplo, transmutado en Emma Thompson, o Gabriel, que por amor a una mortal ha renunciado a su elevado rango dentro de la jerarquía divina.

Y ese que recluta alternativamente con los rasgos de George Clooney o Alicia Keys a los mejores candidatos a jinetes del Apocalipsis, ¿no huele algo a azufre?


lunes, 13 de junio de 2011

Breve historia de un amor eterno

Clave de lectura: Nacimiento y muerte del amor en la Hungría de posguerra.
Valoración: El final algo flojo, pero bien ✮✮✮✩✩
Música: Árny és fény, de Nox ♪♪♪
Portada del libro Breve historia de un amor eterno, de Szilárd Rubin.

Hoy tenemos por aquí Breve historia de un amor eterno, de Szilárd Rubin. Attila y Orsolya disfrutan en sus páginas de una pasión juvenil tras la Segunda Guerra Mundial, aunque las circunstancias parezcan darles la espalda.

Porque la familia de ella pertenece a la antigua nobleza, mientras él saluda con ardor proletario a los rusos que vienen a imponer un nuevo orden.

Pero, ¿qué pueden importar las normas sociales, antiguas o modernas, a una pareja que sólo sabe de juegos? En compañía de sus amigos, todos estudiantes que desean recuperar la alegría bohemia, ambos aprenden a conocerse.

Y va pasando el tiempo. En cada capítulo surgen cuadros de una obsesión mutua cada vez más profunda.

Noviazgo, separación, matrimonio, divorcio... Attila lo confiesa: no puede vivir sin Orsolya. Y ella, por su parte... Ella le ama. Y le odia.

Si tuviera que resumir, calificaría a esta obra como una crónica de la destrucción del amor, de la inocencia en las relaciones, hasta que los protagonistas se convierten en verdugos a la par que víctimas.

Me ha gustado, aunque quizá el final quede demasiado impreciso. Ya sabéis: una vez más, a leer.


jueves, 9 de junio de 2011

En la arena

El Coliseo de Roma.

Lo que más recuerdo es la luz, aquella luz brillante. El calor me hacía sudar.

Y recuerdo también a la plebe, agolpándose a ambos lados. Recuerdo sus facciones deformadas por el ansia. Ansia por ocupar un buen sitio, por acercarse a nosotros hasta casi tocarnos. Ansia por que saliéramos al fin a la arena.

Se hizo un breve silencio, teatral. El orador se adelantó y anunció al público lo que iban a presenciar. Para eso habían venido, ¿no es verdad? ¿Querían divertirse? Pues no se irían defraudados.

A continuación, con un gesto de cabeza, nos dio la señal. De dos en dos, tal como nos habían enseñado, comenzamos el desfile.

En este conjunto, la chaqueta azul de corte cruzado se realza con cordones en hilo de plata. El pantalón gris marengo y el jersey blanco de cuello vuelto aportan una nota marinera de gran frescura.

Qué vergüenza, por favor. Ah, pero las fotos que pueden comprometerme están bien guardadas. Nadie vendrá a acusarme, nadie será capaz de airear esos trapos sucios de mi pasado.

Aquella ominosa ocasión cuando me dijeron: mira al frente, cuida el paso y sobre todo, sonríe, sonríe, no dejes de sonreír. Y encendieron los focos.

Aún me pregunto por qué me eligieron a mí para desfilar por la pasarela. Puestos a buscar niños a quienes embutir en la última moda de trajes de primera comunión y exponerlos a los pulgares aprobatorios, supongo yo que debía de haberlos con aspecto mucho más mono, pero bueno...